Durante años, ha sido desarrollada en el país una infraestructura consolidada para recolectar, separar y reciclar mecánicamente el PET. Esto no sólo incluye la logística para acopiar botellas y empaques posconsumo, sino también capacidad instalada para procesar el material, limpiarlo y reprocesarlo en forma de resina reciclada de alta calidad. En algunos casos, esta resina es lo suficientemente pura para aplicaciones de grado alimenticio, lo cual permite su uso por parte de grandes marcas.
Sin embargo, este esquema sigue dependiendo del reciclaje mecánico, que degrada la calidad del polímero con cada ciclo. Esa es la principal limitante que impide cerrar completamente el ciclo del plástico. Aquí es donde entra el potencial del reciclaje enzimático, una tecnología basada en la descomposición del PET en sus monómeros originales mediante enzimas diseñadas para ese propósito. Con esta técnica, se puede reconstruir PET nuevo con las mismas propiedades que el material virgen, tantas veces como sea necesario.
Actualmente, este proceso no está disponible en México a escala industrial. Las empresas del sector están enfocadas en fortalecer los eslabones iniciales de la cadena de valor: recolección, clasificación y acondicionamiento. Hay líneas de triturado, lavado y separación óptica operando con eficiencia, pero todavía no existe un desarrollo nacional robusto en biotecnología aplicada al reciclaje.
El país cuenta con capacidades científicas en centros como la UNAM, el IPN o el Tecnológico de Monterrey, pero estas aún no han dado el salto hacia aplicaciones industriales en este rubro. Por tanto, la producción local de enzimas especializadas, como las PETasas, sigue siendo una barrera técnica y económica.
Faltantes estratégicos
La ausencia de plantas piloto para reciclaje enzimático limita las posibilidades de demostrar la viabilidad técnica y económica de esta alternativa. Además, no se ha establecido una estrategia de atracción de inversiones extranjeras o de transferencia tecnológica que permita adoptar estos procesos en México. Esto representa un área de oportunidad para clústeres industriales, gobiernos estatales y asociaciones del sector plástico que busquen cerrar el ciclo del PET de manera efectiva.
Otro reto es la integración del ciclo completo. Aunque se producen artículos con PET reciclado, pocas empresas logran rastrear el ciclo del material desde el punto de venta hasta su recolección, reprocesamiento y reutilización. Un proceso de reciclaje enzimático requeriría esta trazabilidad para garantizar que el material proviene efectivamente de PET posconsumo.
Momento de empezar
La transición hacia este tipo de reciclaje implica también una nueva lógica en el diseño de plantas. Se requiere infraestructura capaz de manejar procesos biotecnológicos con reactores enzimáticos, sistemas de control de temperatura y pH, así como equipos para purificación de monómeros. Ninguno de estos elementos es común en las plantas actuales de reciclaje mecánico, por lo que se necesitaría reconvertir instalaciones o construir nuevas líneas dedicadas.
En términos de costo, el reciclaje enzimático todavía no compite con el reciclaje mecánico, pero su ventaja es cualitativa: el PET resultante no pierde propiedades. A largo plazo, esta estabilidad puede justificar la inversión inicial, sobre todo en sectores donde la calidad del plástico reciclado es crítica.
México ya domina varios tramos de la cadena del PET reciclado. El reciclaje enzimático representa el paso siguiente para quienes buscan una solución industrial capaz de mantener el valor del plástico en cada ciclo de uso. No se trata de sustituir el reciclaje mecánico, sino de complementarlo con una tecnología que elimine su principal debilidad: la pérdida progresiva de calidad.
Las condiciones deberían estar ya dadas para iniciar proyectos piloto y vincular capacidades biotecnológicas con la industria plástica. A falta de una planta operando a escala, lo más urgente es generar modelos de negocio viables que integren esta tecnología en la cadena productiva. El conocimiento técnico existe; falta conectar los puntos para cerrar realmente el ciclo molecular del plástico.