Compostaje plástico: normas que marcan el camino 

Desde la primera introducción de las normas EN 13432 y ASTM D6400, la industria del plástico se ha visto en la necesidad de reconsiderar procesos y materiales para garantizar el cumplimiento con estándares estrictos de compostabilidad y biodegradabilidad. 

Ambas normativas establecen criterios que incluyen biodegradación mínima del 90% en condiciones de compostaje industrial y la desintegración completa del material en fragmentos diminutos que no perjudiquen la calidad del compost. Esto significa que los plásticos deben no solo desaparecer físicamente sino también transformarse completamente en materia orgánica sin residuos dañinos. 

La norma europea EN 13432 se ha consolidado como el referente en el continente, especialmente para envases y embalajes, mientras que la ASTM D6400 domina el mercado norteamericano con una lógica equivalente. Los plásticos deben demostrar, a través de ensayos controlados, que no contienen metales pesados ni sustancias tóxicas, que su desintegración no afecta negativamente el proceso de compostaje y que no interfieren en la calidad del compost generado. Estas pruebas son realizadas bajo condiciones controladas de temperatura, humedad y exposición a microorganismos específicos, simulando entornos industriales. 

La implementación de estas normas ha forzado a los fabricantes a invertir en investigación y desarrollo de materiales que cumplan con estos requisitos. Esto no solo implica ajustes en las formulaciones químicas de los polímeros, sino también cambios en las prácticas de producción, el control de calidad y los métodos de certificación. La verificación del cumplimiento se realiza mediante laboratorios acreditados, que evalúan parámetros clave como el índice de biodegradabilidad, la fragmentación del material y los efectos ecotoxicológicos del compost resultante. 

Nuevas fronteras 

A medida que se intensifica el escrutinio público y la presión regulatoria sobre los residuos plásticos, las normas EN 13432 y ASTM D6400 se convierten en herramientas críticas para construir confianza en el mercado y diferenciar productos genuinamente compostables de aquellos que solo usan términos de marketing. En Europa, cumplir con EN 13432 es, en muchos casos, un requisito legal para productos destinados a la recolección y compostaje industrial. En América del Norte, la ASTM D6400 ha impulsado la creación de sistemas de certificación equivalentes y programas de compostaje industrial que aceptan solo productos que cumplen estrictamente con los criterios técnicos definidos. 

Estas normativas han generado un efecto colateral positivo: han incentivado el desarrollo de biopolímeros y materiales derivados de fuentes renovables que cumplen con los estándares de compostabilidad. Sin embargo, este avance también ha revelado limitaciones del modelo, dado que muchas instalaciones de compostaje aún no están preparadas para procesar grandes volúmenes de estos materiales. Además, la confusión entre términos como “biodegradable” y “compostable” persiste, lo que puede afectar la percepción pública y la adopción generalizada de estos productos. 

El impacto de la EN 13432 y ASTM D6400 trasciende la simple certificación técnica de productos. Estas normas simbolizan un cambio de paradigma en la industria del plástico, que avanza de un modelo lineal hacia uno más circular y sostenible.  

No obstante, la adopción de materiales compostables no debe entenderse como una solución aislada. Su éxito depende de la existencia de infraestructuras de compostaje industrial adecuadas, de una legislación que respalde su implementación y de la educación del consumidor para distinguir entre materiales realmente compostables y otros que no lo son. 

La industria, por tanto, no solo debe adaptarse a las exigencias normativas, sino también impulsar la creación de sistemas de gestión de residuos eficientes que aseguren que los materiales certificados realmente se conviertan en compost y no terminen, como muchos plásticos convencionales, en vertederos o incineradoras.