¿A qué juega el plástico en la industria del juguete? 

Entrar al mundo de los juguetes en México es como abrir una caja de bloques: cada elemento tiene su forma, su peso y su lugar en el conjunto. El sector representó un intercambio comercial de US$5,789 millones en 2024, con un balance de importaciones superiores a las exportaciones y con Nuevo León y la Ciudad de México como polos productivos y logísticos. Sin embargo, detrás de estas cifras está el verdadero juego: la integración del plástico en la estructura industrial. 

El plástico sostiene a la mayoría de los juguetes que circulan en el mercado. La elección de resina no es casual: el ABS asegura rigidez y acabado en bloques y carcasas; el PP y PE ofrecen tenacidad para piezas con movimiento; el PS sirve para figuras ligeras y económicas; mientras que resinas de ingeniería como PC-ABS o POM permiten fabricar engranes y ventanas resistentes. 

Los materiales blandos también juegan su partida: TPE, TPR y EVA ocupan el espacio que el PVC plastificado dejó tras las restricciones por ftalatos. La tendencia internacional apunta hacia resinas certificadas por balance de masa y orígenes renovables, empujadas por la presión regulatoria y por las propias marcas globales que buscan cadenas de suministro trazables. 

No hay cifras públicas que detallen cuántas piezas plásticas tiene un juguete promedio en México. Lo que sí se sabe es que la complejidad varía: desde una figura simple de menos de diez componentes hasta un set de construcción que puede superar el millar. La multiplicidad de partes determina no solo la resina, sino también el tipo de proceso y el grado de automatización requerido. 

Movimiento de procesos 

Cada proceso de transformación se asemeja a un turno en el tablero: la inyección domina en carcasas, figuras y bloques, con necesidad de inyectoras de 50 a 350 toneladas, secadores desecantes, termorreguladores y robots para extracción. El soplado y el inyección-soplado fabrican pelotas y recipientes huecos; el rotomoldeo da forma a cascarones grandes como montables; y la extrusión con termoformado se reserva para pistas y empaques. 

El ensamble es otra jugada decisiva: soldadura ultrasónica, atornillado y pintado definen la funcionalidad y el acabado final. La calidad no depende solo del molde, sino del conjunto de periféricos: secado, enfriamiento, manejo de materiales y visión artificial para control. 

En este punto entra en juego la normatividad. La NOM-015-SCFI-2007 regula el etiquetado y la NOM-252-SSA1-2011 establece límites de metales pesados. A ellas se suman estándares internacionales como ISO 8124 o ASTM F963, indispensables para la exportación. Estas reglas no solo afectan la seguridad, sino que condicionan los pigmentos, los aditivos y los métodos de ensamble. 

El juego de la cadena  

La cadena se arma paso a paso, como un set de bloques: 

  1. Resinas y aditivos, que llegan de productores o distribuidores locales e internacionales. 
  1. Compounding para ajustar color y resistencia a UV o impacto. 
  1. Diseño y moldes, con herramientas CAD y moldistas especializados en canales calientes. 
  1. Transformación mediante inyección, soplado o rotomoldeo. 
  1. Acabados y ensamble con soldadura ultrasónica, pintado o impresión. 
  1. Control de calidad bajo las NOM mexicanas y normas internacionales. 
  1. Distribución marcada por alta estacionalidad y un e-commerce que ya representa casi una quinta parte del mercado. 

En el caso de México, la cadena se compacta en ejemplos como la planta de Mattel en Nuevo León, un hub de exportación hacia Estados Unidos con miles de empleos y procesos integrados. Ese modelo muestra que el juego no termina en la línea de producción: la logística y la cercanía con el mercado son piezas estratégicas del tablero. 

La industria del juguete en México es un juego de precisión donde cada resina, cada proceso y cada norma es una ficha indispensable. El plástico no es un simple material, sino el esqueleto que da forma al producto final. El desafío es armar un rompecabezas que combine eficiencia productiva, cumplimiento regulatorio y sostenibilidad. En ese tablero, la jugada maestra no es fabricar más rápido ni más barato, sino asegurar que cada pieza encaje en una cadena de valor competitiva y transparente.