En el entorno regulatorio mexicano, el inventario de emisiones se ha convertido en un requisito y al mismo tiempo en una herramienta estratégica para las empresas de manufactura plástica que aspiran a acceder a esquemas de créditos de carbono.
Ya en la actualidad, el Registro Nacional de Emisiones (RENE) exige reportes de emisiones de gases de efecto invernadero en determinados umbrales industriales. Además, la Ley General de Cambio Climático contempla mecanismos como el Sistema de Comercio de Emisiones de México (SCE), que desde su fase piloto entró en vigor en 2020 para instalaciones industriales con emisiones directas superiores a 100 000 tCO₂ por año.
Para una planta de inyección o extrusión, ello implica registrar los consumos energéticos, combustibles, emisiones directas e indirectas, y diseñar una línea base. Ese inventario permite evaluar medidas de eficiencia, cuantificar potenciales de reducción y preparar la certificación del ahorro.
La industria del plástico puede convertir la reducción de consumo energético en base para generación de “ahorros verificables”. Implementar un sistema de gestión de la energía (por ejemplo, bajo la norma ISO 50001) da pie a la posibilidad de estructurar medición, seguimiento, indicadores (EnPI) y verificaciones externas. Dicho sistema es requerido como parte de la infraestructura para acceder a créditos de carbono o instrumentos de financiamiento verde.
En México, las entidades como la Climate Action Reserve han desarrollado protocolos aplicables al país (boiler efficiency, halocarbons) lo que valida la posibilidad de registrar proyectos de eficiencia energética como generadores de créditos.
Beneficios tangibles
Al tener auditoría, línea base, cronograma de ahorro y verificación, la planta plástica se posiciona para presentar el caso ante banca, fondos verdes o instituciones de desarrollo para financiamiento; generar reducciones de GEI que pueden transformarse en créditos verdes o compensaciones, y para estar lista para cuando el SCE permita uso más amplio de offsets domésticos o para participar en el mercado voluntario.
Para una empresa del sector plásticos, el acceso al mercado de compensaciones implica tres rutas complementarias:
- Mercado regulado doméstico (SCE): El SCE permite que instalaciones con alto nivel de emisiones participen vendiendo derechos y en su futura fase operacional puedan utilizar créditos de compensación domésticos.
- Mercado voluntario de créditos de carbono: Proyectos de eficiencia energética, renovables o captura de emisiones pueden generar créditos que luego la empresa puede adquirir para compensar su residual de emisiones o para comercializar. Por ejemplo, protocolos de Climate Action Reserve aplicables en México.
- Financiamiento “verde” vía bancos o entidades de desarrollo: Presentando auditorías, línea base y plan de acción, la empresa puede convertirse en buen candidato a líneas de crédito verdes, que pueden incluir condiciones preferentes o cofinanciamiento.
Sostenibilidad y estrategia de valor
Desde la perspectiva de una manufactura plástica, integrar créditos verdes y auditorías permite no solo cumplir regulaciones, sino generar valor. Las empresas pueden reducir costos de energía y consumo de combustibles; mejorar competitividad ante clientes que exigen cadenas de suministro bajas en carbono; diversificar fuentes de financiamiento, y fortalecer la reputación ante inversionistas y mercados internacionales.
Al mismo tiempo, las empresas deben prestar atención a criterios de calidad de los créditos: adicionalidad, permanencia, verificación independiente y evitar doble contabilidad — desafíos identificados en mercados voluntarios dentro de México.
Sacar ventaja de estos apoyos es hoy en día más relevante que nunca, puesto que la industria del plástico en México se encuentra en un punto de inflexión: ya no basta con la eficiencia operativa tradicional, sino que debe integrarse a marcos más amplios de gestión de carbono y transición energética.
Al adoptar auditorías energéticas rigurosas, certificar sistemas de gestión y participar en los mercados de compensación y financiamiento verde nacionales, las plantas pueden transformar el reto climático en una oportunidad competitiva. El camino exige precisión técnica, voluntad estratégica y operación disciplinada, pero abre una nueva dimensión de valor para quienes se anticipen.