La industria de alimentos y bebidas en México tienen un peso significativo, pues se estima que representa entre el 5 y 7% del PIB. Algunas fuentes estiman su valor por encima de 1.2 billones de pesos y una generación más de 500,000 empleos directos, convirtiéndose en uno de los sectores con mayor impacto económico. Su capacidad exportadora es superior a 50,000 millones de dólares en ventas internacionales y refuerza la necesidad de soluciones logísticas, sanitarias y de conservación a gran escala. En este sector, la producción de plásticos industriales juega un rol estratégico, no sólo como contenedor, sino como componente esencial de la eficiencia, trazabilidad y seguridad de los alimentos.
Para los fabricantes de productos de plástico, la industria de alimentos y bebidas significa una fuente de oportunidades diversificadas que dependen del tipo de producto alimenticio, del formato de consumo, y del canal de distribución. Por ejemplo, el agua embotellada, jugos, leche y refrescos requieren botellas fabricadas mayoritariamente por moldeo por soplado con materiales como PET y PEAD.
El PET, por su transparencia y propiedades barrera, es ideal para bebidas carbonatadas, mientras que el PEAD ofrece mayor resistencia química y se emplea para productos sensibles a la luz o que requieren mayor rigidez estructural. Estas botellas pueden incorporar hasta un 30% de PET reciclado posconsumo (rPET) para alinearse con políticas de sostenibilidad sin comprometer su calidad.
Procesos diferenciados
En el segmento de alimentos preparados, lácteos y productos listos para consumir, el proceso de moldeo por inyección permite la fabricación de tapas, cubiertos, y envases rígidos de alta precisión. El polipropileno (PP) domina este tipo de aplicaciones por su resistencia térmica, lo que lo hace adecuado para microondas, y su bajo peso específico. Este mismo material es utilizado en bandejas y empaques termoformados, en combinación con barreras multicapa de EVOH, que prolongan la vida útil del alimento al limitar el paso de oxígeno.
El termoformado, por su parte, ha ganado espacio en el mercado gracias a su flexibilidad para fabricar bandejas y vasos para alimentos frescos o congelados. Aquí se emplean materiales como PET, PS y PP, en estructuras monocapa o multicapa. Aquí, los proveedores que logren optimizar el espesor sin perder resistencia, o que integren materiales biodegradables o compostables, podrán capitalizar la demanda de envases ecoeficientes sin comprometer la protección del contenido.
Otra línea con alto potencial es el desarrollo de empaques para exportación, donde los requisitos de trazabilidad, sellado y resistencia a temperaturas variables imponen nuevas exigencias al diseño de los plásticos. Se abren posibilidades para materiales como el PA (poliamida) en films flexibles, o para estructuras coextruidas que combinen protección UV, barrera al gas y resistencia mecánica. La integración de sensores o etiquetas RFID en los plásticos también apunta hacia una evolución del packaging como herramienta de logística inteligente.
Adaptarse al futuro
La tendencia hacia la automatización de líneas de envasado obliga a los fabricantes de plásticos a entender los desafíos operativos de las plantas alimentarias: velocidades crecientes, cambios de formato, requerimientos de esterilización y normativas sanitarias. El desarrollo de piezas plásticas que no generen rebabas, que permitan una manipulación automatizada, y que aseguren un cierre hermético en línea, marcará la diferencia entre competir por volumen o por valor.
Además, el surgimiento de startups alimentarias y la personalización del consumo están demandando series cortas y soluciones plásticas flexibles. Aquí es donde los procesos como el moldeo por inyección asistido por gas, la impresión 3D de moldes, o el uso de resinas compostables ganan relevancia. No se trata sólo de fabricar piezas, sino de diseñar soluciones que resuelvan necesidades emergentes, desde la conveniencia hasta el impacto ambiental.
Pensar el plástico como un recurso de valor agregado y no como un simple recipiente requiere una visión alineada con las transformaciones del sistema alimentario. En la medida que los consumidores exigen productos más frescos, seguros y sustentables, el envase debe convertirse en una extensión del alimento. Los fabricantes de plásticos que logren anticiparse a estos cambios desde el diseño y la ingeniería de procesos no solo acompañarán el crecimiento del sector alimentario mexicano, sino que serán parte activa de su evolución.